Peregrino incansable,
en tus manos de sal
el mar dejó sus algas
y saliste a buscar
el pan de los caminos
mordiedo con tus bestias
las ortigas del alba.
Mansiones sin albergues
vieron pasar tu carga
cansada de pregones
y de lágrimas.
Taciturno viajero,
la noche vuelve
al litoral de tu morada;
donde bebió tu boca
crepúsculos amargos.
Fatigados mulares
malheridas cincheras,
el cochayuyo viaja
en burdos aparejos
fustigado de soles
y de largas distancias.
jueves, 7 de junio de 2012
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