jueves, 1 de mayo de 2008

El vasto destierro del mar (Alfonso Alcalde)

Mar, dame el pavor, la armaduría
de la sangre, el resorte de tu alma.
El violento vuelo de tu pescadería.
Tu fuga naciendo dentro de mi calma.

Mar cotidiano, espuma de unos huesos
escalonados que altivos se derraman
en la muerte. Apurados sin regreso!
Ola detenida en el fondo de una llama.

Tuérceme por fin la mano de esta porfía
de acumular el mar en el espejo
de la sangre y en el breve puñado

de la vida. Porque si me alejo
del mar que emerge a tu costado
a tientas crece tu sola compañía.

Mar, hijo mío, a ti acudo.
Suelta tus ruedas de mudanza incesante:
hermanos deudos, anudados, encadenados
por la luz diaria y su concierto!

Nadie sabe dónde, mar, pero en el ojo
estás flotando
como en tu más inestable segura morada
y en el viento viaja el condimento
de tus rostros ya lisiados.

Mar, padre mío, cuyo hijo es apenas una ola
la última, la primera. La que romperá sus iras
en el vaivén más puro. A ti vengo, segundo
final en este tráfico de quedar pasando
de morir viviendo, en el estallido
de las blasfemantes espumas, coronado de líquido funeral.

Oh padre sollocemos asidos
en la tempestad, sobre nuestras
etéreas muertes.
Tú la gran ola anciana
viéndonos correr, batallar,
caer y cantar
levantando
nuestros intactos escombros:
olas rotas, aguas íntegras,
corrientes interminables, incesantes
y temporales, diferentes, iguales.
Madre mar, escúchanos en este vasto
destierro
de una impostergable hora
entre el andamiaje boscoso de la tierra.

¿De dónde venimos sino de tu vasija
donde tiembla la quieta agua de la muerte?

¿A dónde vamos fuera de ti sino a derrotarnos
revolcados
entre las estrellas
cesantes,
sin domicilio conocido
corroídos de horarios
con un caballo sin patas a la puerta?

¿Cuál es la alarma del que no duerme
porque es trasladado a su patíbulo predilecto,
el sagrado predio de uno y medio por dos?

Y pasa del brazo de nadie, hablando solo
pero acompañado,
y entra en las celdas, mas es liberado
entra en la máquina siendo triturado.

Estos son los despojos: hilos, botones,
raras muestras, una melodía
que enturbia la doméstica desdicha
la mujer devorada en su propia sal
anudada a la eternidad
con su vieja
imposible máquina de coser, desvencijándose.

Entonces, vecino, en medio de la oscuridad
alguien que ordene los terrores
los licuados peldaños de algo,
los envasados rayos,
alguien que nos libere
de este núcleo que nos aferra
una llama en el vacío, colgando
nosotros mismos en el abismo
como el primer vuelo de la Primavera!

Somos –vecino- una partícula de metal ardido
en una costra ligera como el rocío,
una herramienta como el sol .
Padre mar, en plenitud, en naufragio
recorre otra vez estos dispersos hijos
muchas veces destruidos
y armados de nuevo como las tempestades.

Recógenos padre total, dispersos
pero siempre unidos
en tu sola muerte.

No nos dejes triturar.
Multiplícanos
espéranos en tu gloria salvaje de vivir
como la espuma
y mirar en su transparencia
la lenta vida que pasa
y aférranos a esa vida, fijamente.