jueves, 7 de junio de 2012

Cochayuyero (de Galvarino Merino Duarte)

Peregrino incansable,
en tus manos de sal
el mar dejó sus algas
y saliste a buscar
el pan de los caminos
mordiedo con tus bestias
las ortigas del alba.

Mansiones sin albergues
vieron pasar tu carga
cansada de pregones
y de lágrimas.

Taciturno viajero,
la noche vuelve
al litoral de tu morada;
donde bebió tu boca
crepúsculos amargos.

Fatigados mulares
malheridas cincheras,
el cochayuyo viaja
en burdos aparejos
fustigado de soles
y de largas distancias.   

jueves, 3 de mayo de 2012

CAMINO DEL COCHAYUYO (Tulio Mora)

Del mar adentro salido
¿de dónde vienes hermano?
con tu barco, barco, barco,
lento hacia tierras sin tiempo
Tu mirada de esperanza 
es la vela que te empuja
y tu nave llega de algas
se va alejando del viento.
¿Vienes de Tirúa, hermano,
o tal vez de Lobería,
de Quidico con tu pena
o quizás de Agua Enterrada?


Llevas tu carga preciosa 
dando la vida a los poblados
presente siempre en la mesa
de los que te han olvidado.


Cochayuyo, cochayuyo,
cochayuyero encorvado,
siempre con tu barco triste
por los poblados entrando.
No es viaje de un día o dos, 
semanas vienes llegando
ya a Contulmo o a Lumaco
ya a Purén, Angol, Renaico. 
Por otro lado vienes 
por Trovelhue y La Imperial, 
a Temuco muy temprano
para ver al comprador.


Llevas tu carga preciosa
dando vida a los poblados
presente siempre en la mesa 
de los que te han olvidado.


El comprador fija el costo
moneda por rollo paga
y es bien diferente el precio
al minuto de tu marcha. 
Hermano cochayuyero, 
de Quidico renacido 
vienes camino a los pueblos 
seguido de tu chiquillo.
En qué colegio lo educas
o a qué liceo irá,
has pensado en el muchacho, 
hermano, ¿en qué pensarás? 
Si el mozo tira los bueyes
¿piensas en eso dejarlo?,
el niño conoce el mar
podría ser marinero;
ingeniero de las algas, 
carpintero de los barcos, 
navegante en los canales, 
técnico del mar antártico.
¿Hermano, has pensado en él?
No es justo así de olvidarlo.
Si del mar es hijo libre, 
libre ha de ser educado.
Llevas tu carga preciosa
dando vida a los poblados
presente siempre en la mesa
de los que te han olvidado.


Hermano, ¿por dónde vienes?
¿de Nehuentué saliste?
¿de Moncul o de Yupehue?
¿por Puerto Saavedra acaso?
Dime pues por dónde vas,
¿por Loscotripai dormido?
¿por Cabaña Cachamí?
¿tal vez por Río Los Maquis?
Por donde vengas te ruego
pases a verme que espero
me presentes tu muchacho 
para darte un consejo.


Llevas tu carga preciosa 
dando vida a los poblados
presente siempre en la mesa
de los que te han olvidado.


Eres, cochayuyero, 
uno más de los chilenos, 
trabajador necesario, 
anhelante despensero.
Dueño de una fortuna inmensa
¡salvación de todo el Orbe!
pues manejas en tus manos
mayor futuro que el cobre.


Llevas tu carga preciosa 
dando vida a los poblados
presente siempre en la mesa 
de los que te han olvidado.

lunes, 5 de marzo de 2012

"En la playa" por Manuel Rojas

Seguramente, hablar del mar no es ninguna novedad. Es algo tan viejo como la tierra y ha sido estudiado y navegado por miles de hombres. Sin embargo, su valor o su interés es siempre nuevo para el hombre. ¿Por qué? Miro el mar y cada vez que lo miro lo encuentro idéntico: el mismo color, las mismas olas, igual movimiento. Nada cambia en él, salvo cuando hay tempestad. Y, aun así, es igual, pues la tempestad es solo un agrandamiento del oleaje, nada más que un cambio de proporciones en su movimiento.

Entonces, ¿qué es lo que me lleva, lo que lleva a cientos de criaturas a pasar horas, horas contemplándolo? No lo sé.


¿Por qué el mar suscita pasiones en el alma de muchos hombres, pasiones semejantes a la pasión religiosa, a la pasión política, a la pasión científica? Hay seres que quieren ser marinos, así como otros quieren ser sacerdotes, directores de pueblos o sabios. ¿Por qué? Personalmente, siento que el mar anula mi personalidad y que me absorbe hasta un grado extremo. Cuando estoy frente a él no puedo hacer sino dos cosas: caminar o mirarlo. Imposible pensar abstractamente, imposible también pensar en cosas materiales. Por momentos siento que llegan hasta mi conciencia, como pequeñas olas silenciosas, algunos pensamientos acerca de problemas generales o personales; pero esos pensamientos desaparecen tan silenciosamente como llegan, no se prenden a mí, como en la ciudad.


Nuevamente ¿por qué? siendo el mar exclusivamente material, vivo, produce en el hombre algo como un trauma psíquico. Lo aturde, lo esteriliza como ser pensante, lo anula como ente de acción psíquica.


No sé si a los que viven toda su vida junto a él les suceda lo mismo. Puede que no, o puede que esta sensación mía sea exclusivamente mía. Pero miro la playa y la veo llena de seres tendidos, inmóviles, que parecen estar bajo el influjo de un anestésico espiritual. Y si se mueven, si andan, su movimiento o su marcha no tienen el aire de un movimiento o una marcha propia de un ser que piensa, no; es la marcha de un ser que vive una vida material. Caminan erguidos, marcialmente, gimnásticamente o corren lanzando gritos animales, sin sentido, que el ruido del oleaje apaga inmediatamente.


Frente al mar, y en traje de baño, ¡qué distinto es el hombre de la ciudad, el comerciante, el hombre de oficina, el médico, el obrero, el padre de familia! Desaparece ese aspecto de preocupación, ese aires de bueyes cansados que muchos tenemos en la ciudad. El mar parece limpiarnos de las menudas –y sin embargo, tan importantes- preocupaciones materiales y espirituales que nos dominan en Santiago.


¿Es esto lo que se llama descanso? Sin duda, lo es. Al llegar al mar, entramos en una zona de silencio y de paz. El mar nos domina, calma nuestros nervios más íntimos y apaga nuestros más angustiosos sentimientos. Miremos el mar, amigos, y gritemos y corramos detrás de los niños, andemos hasta cansarnos y olvidémonos de todo. El mar, que nos subyuga, también nos liberta. Gocemos de esta libertad, bajo este yugo tan maravilloso…

lunes, 8 de noviembre de 2010

…hemos de tomar el trabajo útil que queda y transformarlo en una agradable variedad de pasatiempos parecidos al juego y la artesanía, que no se puedan distinguir de otros pasatiempos placenteros, excepto que sucede que generan productos útiles.
Bob Black, en la Abolición del Trabajo

viernes, 5 de noviembre de 2010

jueves, 30 de septiembre de 2010

"Las palabras", Mario Benedetti

"No me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
si usted habla de progreso
nada más que por hablar
mire que todos sabemos
que adelante no es atrás

si está contra la violencia
pero nos apunta bien
si la violencia va y vuelve
no se me queje después

si usted pide garantías
sólo para su corral
mire que el pueblo conoce
lo que hay que garantizar

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

si habla de paz pero tiene
costumbre de torturar
mire que hay para ese vicio
una cura radical

si escribe reforma agraria
pero sólo en el papel
mire que si el pueblo avanza
la tierra viene con él

si está entregando el país
y habla de soberanía
quién va a dudar que usted es
soberana porquería

no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro

no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución”.

jueves, 1 de mayo de 2008

El vasto destierro del mar (Alfonso Alcalde)

Mar, dame el pavor, la armaduría
de la sangre, el resorte de tu alma.
El violento vuelo de tu pescadería.
Tu fuga naciendo dentro de mi calma.

Mar cotidiano, espuma de unos huesos
escalonados que altivos se derraman
en la muerte. Apurados sin regreso!
Ola detenida en el fondo de una llama.

Tuérceme por fin la mano de esta porfía
de acumular el mar en el espejo
de la sangre y en el breve puñado

de la vida. Porque si me alejo
del mar que emerge a tu costado
a tientas crece tu sola compañía.

Mar, hijo mío, a ti acudo.
Suelta tus ruedas de mudanza incesante:
hermanos deudos, anudados, encadenados
por la luz diaria y su concierto!

Nadie sabe dónde, mar, pero en el ojo
estás flotando
como en tu más inestable segura morada
y en el viento viaja el condimento
de tus rostros ya lisiados.

Mar, padre mío, cuyo hijo es apenas una ola
la última, la primera. La que romperá sus iras
en el vaivén más puro. A ti vengo, segundo
final en este tráfico de quedar pasando
de morir viviendo, en el estallido
de las blasfemantes espumas, coronado de líquido funeral.

Oh padre sollocemos asidos
en la tempestad, sobre nuestras
etéreas muertes.
Tú la gran ola anciana
viéndonos correr, batallar,
caer y cantar
levantando
nuestros intactos escombros:
olas rotas, aguas íntegras,
corrientes interminables, incesantes
y temporales, diferentes, iguales.
Madre mar, escúchanos en este vasto
destierro
de una impostergable hora
entre el andamiaje boscoso de la tierra.

¿De dónde venimos sino de tu vasija
donde tiembla la quieta agua de la muerte?

¿A dónde vamos fuera de ti sino a derrotarnos
revolcados
entre las estrellas
cesantes,
sin domicilio conocido
corroídos de horarios
con un caballo sin patas a la puerta?

¿Cuál es la alarma del que no duerme
porque es trasladado a su patíbulo predilecto,
el sagrado predio de uno y medio por dos?

Y pasa del brazo de nadie, hablando solo
pero acompañado,
y entra en las celdas, mas es liberado
entra en la máquina siendo triturado.

Estos son los despojos: hilos, botones,
raras muestras, una melodía
que enturbia la doméstica desdicha
la mujer devorada en su propia sal
anudada a la eternidad
con su vieja
imposible máquina de coser, desvencijándose.

Entonces, vecino, en medio de la oscuridad
alguien que ordene los terrores
los licuados peldaños de algo,
los envasados rayos,
alguien que nos libere
de este núcleo que nos aferra
una llama en el vacío, colgando
nosotros mismos en el abismo
como el primer vuelo de la Primavera!

Somos –vecino- una partícula de metal ardido
en una costra ligera como el rocío,
una herramienta como el sol .
Padre mar, en plenitud, en naufragio
recorre otra vez estos dispersos hijos
muchas veces destruidos
y armados de nuevo como las tempestades.

Recógenos padre total, dispersos
pero siempre unidos
en tu sola muerte.

No nos dejes triturar.
Multiplícanos
espéranos en tu gloria salvaje de vivir
como la espuma
y mirar en su transparencia
la lenta vida que pasa
y aférranos a esa vida, fijamente.